Lo que sorprende

Lo que sorprende es que cuando recibes una mala noticia el mundo continúe su ritmo como si nada. Tal vez, esto también te ha ocurrido a ti. El escenario permanece y evoluciona a su ritmo, ajeno a tus sentimientos, a tu malestar, infringiendo la norma tácita de buena intención humana, de la solidaridad, de la empatía.

Resulta egoísta, sin embargo, el pensar que esto ha de ser así, que todo lo que se mueve a tu alrededor ha de detenerse porque tú hayas tenido una pérdida, alguien de tu entorno esté realmente mal o tu vacío interior sea tan grande que te cuesta respirar.

Suena en mi cabeza la canción de La Unión ¿Dónde estabas en los malos tiempos? ¿Dónde estabas? ¡Antes no rogabas que todo se detuviese, no deseabas bajarte del tren en marcha, no pedías oscuridad, ni cueva, ni paraje perdido en soledad! ¿Dónde estabas cuando todo parecía ir bien y otros se sentían como tú ahora?

“Y en este momento que es tu turno”, pregunta una voz interior, “¿pides que el mundo se derrita, que el medio desaparezca?”.

Admiro a aquellos que, al recibir una mala nueva, son capaces de continuar como si nada.

Agradezco cada segundo de alivio prestado por los que me quieren y entienden. Ofrecen estas muestras de cariño sin ser conscientes de que lo hacen y esto es lo mejor. Carezco de recursos silábicos para continuar escribiendo, al menos por este instante. Me detengo.

Mi tendencia habitual a la sonrisa baja un grado en el día de hoy.

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