IMPRESIONES

Una conversación el otro día con mi amigo Jon, me ha dado pie a realizar una reflexión. Pienso que tú puedes tener una idea sobre alguien y esa imagen puede cambiar en tan sólo unos segundos muchas veces por prejuicios o falsas impresiones.

Por ejemplo, tú conoces a una persona, que se muestra como es, te habla de sus gustos, aficiones, intereses, tiene una forma de contar, una manera de expresarse, unos gestos, un hábito repetido con las manos, una mirada concreta cuando quiere decir algo,… Escuchas a esa persona durante mucho tiempo y te haces una idea de él o de ella, probablemente una idea muy pura y auténtica, porque no conoces nada más que lo que da a entender con su presencia. Esa persona es por sí misma, su contexto no determina la imagen que tienes de ella.

Al poco tiempo de ese encuentro, empiezas a darte cuenta del medio en el que se desarrolla la persona a la que acabas de conocer. Su lugar de trabajo, sus condiciones familiares, sus amistades,… Y es entonces cuando tu opinión puede llegar a variar si tienes una idea preconcebida sobre con quien convive, de quien es amiga, el empleo o el ambiente en el que esa persona se mueve.

Tu recientemente conocido ¿ha cambiado? No. Se mostró como era en un primer momento y continúa como era cuando se encontró contigo. ¿Tu opinión acerca de esa persona ha variado al conocer con quien duerme o a quien llama cuando tiene un problema? … Es posible.

Tal vez la solución a todo esto sea detenerse en la oferta inicial, tomando la amistad como algo puro y auténtico, embriagándote del otro con toda la sinceridad y apertura con la que se sirve, comprobando que, a la hora de la verdad, el ser es más que aquello imaginamos, entendiendo esta palabra como la composición de una imagen. Somos la unión de teselas en un mosaico interminable donde la última pieza aún está por determinar. La búsqueda del fin es tarea imposible cuando se trata del sentimiento verdadero, como dicen estos días por televisión, “para siempre es un sí muy, muy largo”.

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